Recortes en el agua

14 noviembre 2006

Extractos de Amar y depender de Walter Riso

No podemos vivir sin afecto, nadie puede hacerlo pero sí podemos amar sin esclavizarnos.
El apego enferma, castra, incapacita, elimina criterios, degrada y somete, deprime, genera estrés, asusta, cansa, desgasta y, finalmente, acaba con todo residuo de humanidad disponible. La mente es así. Mientras el principio del placer y el principio de seguridad estén en juego, así sea en pequeñas dosis, uno puede apegarse a cualquier cosa, en cualquier lugar y de cualquier manera. Y la adicción a otro ser humano es la más difícil de erradicar.
La persona que amo es una parte importante de mi vida, pero no la única. El deseo mueve al mundo y la dependencia lo frena. Puedes amar profunda y respetuosamente a tu pareja y al mismo tiempo disfrutar de una tarde de sol, comer helados, salir a pasear, ir a un cine, investigar sobre tu tema preferido, asistir a conferencias y viajar; en fin, puedes seguir siendo un ser humano completo y normal.
La soledad tiene una faceta buena y una mala. Cuando es producto de la elección voluntaria, es saludable y ayuda a limpiar la mente. Pero si es obligada, puede aniquilar todo vestigio de humanidad rescatable. La soledad impuesta es desolación, la elegida es liberación.
Las soledades de cada uno pueden interconectarse. Entre dos personas que se aman, el silencio habla hasta por los codos. Tu pareja puede estar leyendo, mientras tú arreglas el jardín, o viceversa. Cada uno en lo suyo. Aparentemente no se están comunicando, no se hablan, no se miran, no se huelen, no se tocan. Pero no es así. Hay un intercambio vivo, una presencia compartida donde ambas soledades se juntan y se envuelven la una en la otra.
Rilke lo expresaba bellamente:

El amor consiste en esto:
Que dos soledades se protegen
Se tocan mutuamente
Y se saludan.

Hoy ya no tengo más palabras, el placer de amar y ser amado es para disfrutarlo, sentirlo y saborearlo.